Todavía recuerdo cuando yo era esa gran casa azul y se mudaron Pepe y Bea de recién casados, en ese entonces sentía que todo iba a ser maravilloso y por mucho tiempo lo fue, allí nacieron Mía, Pol y Chema, fue fabuloso verlos crecer, reír, llorar, pintar de colores mi pared, como olvidar ese pequeño ardor cuando por traviesos y juguetones tiraron agua caliente de la tina sobre mi piso o cuando tiraban comida en la cocina al intentar cocinar con Bea sin duda alguna todo al final era diversión, escuchaba constantemente risas y gritos por toda la casa.
Ahora tengo un tono grisáceo que me hace sentir muy triste por dentro y por fuera, todo comenzó cuando a Bea le regresó el cáncer y nada se pudo hacer ya por ella, entiendo que ya estén grandes y quizá algo cansados, se también que los humanos no viven tanto tiempo, con todo y eso me entristeció ver como se fue apagando al mismo tiempo que lo hice yo, las risas en esos días fueron menos y no me importo cuan descuidada lucía yo esperando, solo quería que Bea viniera de nuevo a recorrer mis cuartos y admirarme desde el jardín, aunque ahora ya tenía pisos levantados, puertas rechinando y vidrios rotos ahora yo era quien empecé a envejecer.
Aunque hicieron todos los esfuerzos por salvar a Bea, finalmente se fue y así yo volví a cobijarla una última vez entre la sala y el comedor, ese día fue tan triste, después de mucho tiempo volví escuchar el llanto de esos chicos, que ahora ya llegaban con sus parejas e hijos, sin duda Bea estaría orgullosa de la familia que tenía aunque nunca supe cómo consolarlos ese día.
Meses después llegó a visitarnos Chema, el más pequeño de los tres, y le comentó a su papá la importancia de mudarse a un nuevo lugar, sabía que había muchos recuerdos y tantas memorias que quizá lo hacían extrañar más a Bea.
Pepe se negaba un poco, a decir verdad lo que más le inquietaba era que yo pertenecía a Bea y ella, confiando en que no le pasaría nada, no dejo un testamento.
Chema siempre fue un chico con grandes habilidades y aunque la tristeza le invadía al saber que mi ciclo había concluido al lado de ellos, se levantó del sofá diciendo que en la empresa donde trabajaba tenía varios expertos que le garantizaban resolver ese problema.
Aunque me llene de nostalgia, solo pude pensar en como fueron creciendo dentro de mi, todo lo que pasaba en cada rinconcito, desde comidas familiares o aquellas navidades en la que me hacían lucir más elegante, las buenas y malas noticias que al final del día me hicieron sentir parte sumamente importante en la vida de la familia, pero siempre digo que las cosas pasan por algo y así debió de ser.
Al día siguiente, entro por mi puerta principal un hombre bastante amable, era el abogado de la compañía que recomendó Chema quien inmediatamente empezó a revisar todos mis documentos y al fin nos ayudó con todo el trámite para poderme pertenecer a alguien más.
Poco después vino también un arquitecto quien hizo una propuesta para remodelarme y confieso que ahí volví a sonreír, sabía que si me veía más linda nadie dudaría en quedarse conmigo y así haría feliz a una nueva familia. Al poco tiempo estaba yo irreconocible de lo bien que quedé; gracias a eso fue más fácil tener nuevo dueño y pronto conocí a una pareja encantadora y a sus tres hijos pequeños.
A veces extraño a Pepe pero sé que el ahora es feliz en el nuevo apartamento que le consiguieron los amigos de Chema.
Así comienza de nuevo el ciclo.
Nunca pensé volver a ser tan feliz
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